Cuando te fallan tanto, aprendes
a vivir a la defensiva. Con cada una de las decepciones vas construyendo una
gran coraza que te protege y te aísla del mundo. Y vas por el mundo, sin
mostrar lo que sientes, alejando a las personas que pueden llegar a hacerte
daño. Y cuando comienzas a notar que puedes sentir algo más por alguien, huyes.
Porque no vas a permitir que nadie vuelva a reírse de ti, porque estás cansada
de que no te tomen en serio. Y es que, si una persona merece la pena luchará
por romper esa coraza, por intentar conocerte, por demostrarte que vales más
que todos esos desengaños que alguna vez te has llevado.