Y aunque sé que
hay mil cosas en esta vida que pueden hacerte feliz, siempre he querido ser esa
chica. Esa chica de la que te enamoras perdidamente. Esa chica a la que le
mandas un mensaje de buenos días cada mañana para despertarla con una sonrisa.
Esa chica a la que recoges a la salida de clase por sorpresa. A la que, en
algún momento inesperado, le dedicas una canción; una de esas canciones que te
llegan al corazón y que a partir de ese día tendrá otro significado, más bonito,
más real. Esa chica a la que le haces sentir día tras día que es especial, que
vale mucho más de lo que piensa. Esa chica que puede salir de cualquier forma a
la calle, porque ahí estarás para decirle lo preciosa que está sin maquillar. Esa
chica que tiene la oportunidad de escuchar mil “te quieros” sinceros, de
corazón. Esa chica que se refugia en tus brazos y se olvida del mundo entero. Esa
chica en la que piensas al mismo levantarte. Y en la que piensas justo antes de
dormirte. Esa chica que al escuchar su nombre te sale la sonrisita tonta. Esa
chica a la que te encanta pasear de la mano y gritarle al mundo entero que
estás con ella y que la quieres. Esa chica en la que confías más que en nadie,
a la que le cuentas tus problemas porque sabes que siempre estará ahí. Esa
chica con la que compartes todo, porque ya no imaginas una vida sin ella. Esa
chica con la que no tienes miedo a hacer planes de futuro, porque sabes que
durarás toda una vida a su lado. Esa chica con la que puedes hablar de
cualquier cosa, porque te escucha, te aconseja y te comprende. Esa chica que
hace que no mires a ninguna otra, porque ella es y será la única en tu vida. Esa
chica a la que no aguantas ver llorar y harías cualquier locura para sacarle
una sonrisa. Esa chica a la que te gusta besar, acariciar y dar mimos durante
horas.
Esa chica... de
la que admites estar enamorado.